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martes, 15 de septiembre de 2015

Noctámbulos.

Anochece, que no es poco, y se precipitan las notas que no se tocan, los acordes que llegan con el viento que hacen mover cada hoja del árbol que se esconde tras mi ventana (porque es más fácil aceptar que él se esconde a que yo lo hago), se esclavizan las horas, siempre lo hacen (porque es más fácil…); se escabullen y se estremecen los insectos más bellos, y los que nadie quiere ver salen y corren y se meten dentro de las cabezas de los más sentimentales. Se sacuden, se extralimitan, se alteran y se acurrucan para luego morir en la mañana, las sábanas y las almohadas, y miro como sucede todo aquello apacible, inmutable, con una novida que muchos retratarían o convertirían en metáfora.

Anochece y siempre aquello conlleva un poco de memoria y de juicios.

Anochece, por dios que anochece y no podemos evitarlo. No podemos, algunos no pueden, yo no puedo soportarlo.

Entre obscuridad e innegables suspiros, se divisan en mi mente departamentos perdidos por la ciudad con más historias que personas y pienso en si alguno de aquellos seres pensará, para cuántos de ellos anochece, para cuántos es su última noche y cuántos ya se cansaron de ver la misma luna. No comprendo porqué, no sé porqué ocurre.

Libros completos. Cuadernos a medio escribir. Dibujos. Poesías. Caminatas y canciones. Nada funciona cuando anochece, y esto, no es decir poco sobre la noche.

Si hay algo que tenemos en claro los noctámbulos es que no importa cuántas estrellas podamos contar, no importa cuánto ilumine la luna nuestro próximo paso, no importa que la misma estrella y la misma luna estén mañana y/o para toda nuestra vida. Si hay algo que sabemos, es que no importa cuánto falte para que salga el sol y se haga el día, no importa si lo hagamos algún día nosotros en soledad o lo acompañemos con alguien; si hay algo que sabemos, es que anochece, y que aquello no es poco.


Anochece, que es mucho cuando no se puede dormir, cuando no se puede aplacar, cuando no se disfruta, y quizá, sólo quizá, sólo podamos hacer arte con toda nuestra noche.

lunes, 8 de junio de 2015

De todo lo que esperaba, resultó no ser nada de eso.


¿Qué podía ser tan importante como para que agarrara su cuaderno y comenzara a escribir en medio del colectivo lleno de gente, entre zumbidos, miradas, olores y un movimiento que hacía mover la punta de la birome lejos de donde ella apuntara? ¿Qué clase de vómito merecía la pena?

Y ahí estaba, en un rincón del transporte, absorta en imágenes, letras y sentimientos.

“¿Qué pensarán estas personas que escribo?, ¿Pensarán en qué es lo que escribo?, ¿Sabrán que estoy recordando uno de tus ojos?, ¿Sabrán que estoy rememorando en mi mente una caricia?”

Daba por resultado el pasado momentos que no creía iban a suceder, y la noche anterior pensaba en la belleza de la piel, en la hermosura del tacto y pensaba que todo eso era una gran mentira. La piel no era hermosa por si sola, los ojos no eran hermosos por si solos, el tacto no era hermoso en sí.  Tener sexo no era hermoso. Mirarlo dormir no era hermoso.

Al despertarse hoy por la mañana, se acariciaron, y eso, no podía ser hermoso en si mismo. Desayunaron juntos, y eso no podía ser hermoso. A la hora él se levanta, y ella corre y toma su cuaderno, una birome y escribe:

“Son instantes  en los que aprendes; aprendes a mirar, aprendes a escuchar; son instantes en los que podes dejarte llevar y olvidar que allá afuera todo es cruel, olvidás incluso que esos instantes son los que te llevás, adentro, los que dan sentido”

Èl vuelve, ella disimula y se tira en el colchón.

Pasaron lo que restaba de la mañana haciendo lo que todos hacen, o lo que algunos hacen. Pero mientras él no la veía ella lo veía más pura que nunca.

“Caigo en esto de escribir en un colectivo repleto de gente, en un rincón para que mis letras no se vean, no puedan sentirse más que dentro de mí. Y recuerdo todo, o, por lo menos, todo lo que sentí. 
Me siento patética, pobre y a la vez llena, mis ojos están diferentes, así los siento. Es esto de volar un poco, de dejarme volar un poco, de permitirme perderme en la mirada transparente, es esto de permitirme ser transparente”

Esa mañana, horas antes de irse de su lado la acosó una pregunta ¿es besar un ojo una de las más lindas manifestaciones de cariño?. Pensaba y lo miraba, miraba su espalda y su cara mirando a la nada. Lo miraba tomar mate. Esperó a que se siente y lo abrazó por atrás, le besó el cachete. ¿Lo era? De cualquier manera era hermoso, aunque sabía que todo era una mentira, que nada de eso era hermoso de por sí .

Cuando por fin se dio cuenta de que debía irse de esa cama, de esa casa, pasó lo inesperado, lo que le haría modificar la pregunta que estaba a punto de responder. Pasó lo que ella nunca había esperado: él se acostó a su lado, y peinó su pelo. La peinó durante largos, largos minutos y ella cerraba los ojos y cambió su pregunta: ¿hay manifestación de sentimiento más grande que todo este día?

En ese instante,  entendió que de todo lo que esperaba resulto no pasar nada. Que había vivido momentos únicos, irrepetibles y hermosos, porque el dormir no es nada, el acariciar no es nada, el besar, el sexo, Bona, nada de eso es nada, nada es hermoso, nada de todo lo vivido hubiese sido hermoso si no se hubiesen permitido sentir. Lo hermoso, había sido todo, porque si dos seres se permiten sentir, se permiten mirarse, entregarse y sentir, vuelven un beso, una melodía, una letra y un silencio, hermoso.

Y ahí estaba, en un rincón del transporte, absorta en imágenes, letras y sentimientos.


sábado, 24 de enero de 2015

Acataléptica

Me sumerjo en letras plagadas de sentimientos, impulsivas, caprichosas. ¿Las oculto? ¿las escupo? ¿pinto sus caras?. De cualquier manera, el Vestiglo -con mayúscula de miedo-, me obliga a caer en la acirología del vicio del subo para arriba, bajo para abajo, te siento, dentro, te veo y tiemblo.  Miranos, pienso, ¿qué estamos haciendo?

Si las palabras generalizan la forma de nombrar a los objetos, o a las personas, y “objeto” es objeto y “persona” es persona por convención, por rebeldía o realidad, puedo decir “cielo” a los ojos de Galileo o “renacimiento” a un mandarino, y creer de esa forma que estoy un poco más acá; puedo nombrar a Betelgeuse como “sé dónde encontrarte” y puedo entender que no llego a vos por “los 5 normales”.
Miranos ¿qué estamos haciendo?
Entre los cinco destacamos uno, entre los dos siempre somos uno y dos y dividimos por temor y volvemos al quinto o al primero, como siempre, malditos humanos. ¿Nos estás viendo?.
Podemos no ser los yoguistas de Patanjali pero aprendemos rápido todo eso que no queremos aceptar, siendo humanos.  De los cinco normales primero me dijiste que la abhiniveza  por râga podía matarte, y ahí comenzaste a mezclar. Quizás es habernos encontrado  lo que hizo que hoy caiga en la abastasia por chocar con la persona que el destino se empeña en manipular para que un día camines por capital y en tu dirección camine ella con los ojos mas lindos que has visto jamás.
Intento ser dura, pero, ¿nos estas mirando? En tu mano estaba mi mano, ¿qué estás haciendo? Me estas soltando y yo tengo que saltar. Tus manos se están agrietando y las mías están cayendo por gravedad y van a chocar contra mis piernas. ¿Podrás notar que son las mismas manos que una vez me dijeron “te voy a acompañar”? ¿Recordarás que son las mismas manos que dijeron “no temas, voy a estar”? ¿Será el tiempo el verdugo de la inspiración?. Caminábamos juntos ¿te acordarás? Los recuerdos renacen historias y su provocar, Avidyâ ya no vive acá.

Solo tengo este silencio de camas vacías, de una taza, un cuaderno. La esperanza, con un cuchillo de realidad, se quiere matar. ¿Qué estamos haciendo?

martes, 6 de enero de 2015

El alma se viste de hereje.

Necesito un suspiro, una caricia que me haga vibrar el alma, necesito llorar por un par de horas, pararme bajo una gran tormenta y sentir el frío, un abrazo suave, un gato que me ronronee en el cuello o en alguna de mis orejas, necesito que alguien me mire a los ojos y que note mi caminar, necesito un salto, una risa de minutos que me haga lagrimear, un piano profundo y una noche de estrellas fugaces y deseos que se cumplan. Necesito saber que el verde no está tan lejos, que alguien me escucha, que mis gritos pueden hacer eco rebotando contra alguien que aprehenda y suelte. Necesito saber que no soy yo sola y que todo esto vale la pena. Necesito revivir o dejar de intentar vivir. Necesito el pasto y la felicidad, aunque sea momentánea. En estos días de vacío existencial veo que mi vida pasa y no la vivo y las ganas se nublan a cada respiro. Necesito saber que alguien está y va a estar cuando me derrumbe sabiendo que quise y no pude porque no lo soporto, porque ya me estoy derrumbando. Necesito saber que el tiempo va a estar cuando amanece (si es que amanece) o que no va a haber más tiempo. Necesito vivir, o dejar de intentarlo.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Verte para seguir.

Te busco entre las sábanas, entre las copas de los árboles, en las veredas manchadas, entre las hojas de algún libro y en las visiones de futuro;  y es que por momentos me canso de estar perdida. Camino ¡por dios que lo hago! Y entre brillos tu cara y detrás de ella sus ojos y aun un poco, un poco mas atrás los recuerdos, la melancolía y la sapiencia otra vez de que no voy a encontrarte, nunca más, por lo menos como siempre.

Te busco sabiendo bien que no voy a encontrarte, quizá busco tu esencia, tu ausencia o esos momentos en que sonreíamos. Quizá busco momentos, quizá vivo para buscar, quizá busco para ser y quizá soy para volver a acariciarte. Solo es que por momentos me canso de estar perdida.

Me pasa que salgo y quiero más marzos que diciembres, que me pesa el cielo cuando está muy celeste, que me obnubilan los reflejos blancos, las camas vacías, que me estremece, (mirá si no lo hace) el recuerdo de tus pupilas dilatadas. Huera y anodina mi música si tus oídos no la escuchan, me pesan los dedos, me cansan las muñecas y ya no hay nada, no hay ese todo que me suspiraba, que mi cuerpo suspiraba, que el mundo suspiraba cuando me esperabas, cada día, cuando solo querías verme llegar y yo verte dormir, cuando compartíamos vasos de agua y comidas recalentadas.

(¡La puta madre, blasfemos ojos que no te logran encontrar! ¡Tantas lluvias! ¡Tantas lluvias! ¿Dónde mierda estás?)

¿Será, acaso, que no puedo develar el misterio que me unió a tu alma? ¿será, acaso, que no logro encontrar ningún barrunto de por qué no puedo compartir mi tiempo con tu ser? Y es que afuera hace frío, mucho frío si no sé que vuelvo para verte.

Me inclino a un árbol y tiene el gusto de tus manos, me inclino, y estoy cansada de estar perdida.

¿Será, acaso, que recordás esa noche que te dije que si te vas quería ir con vos, a correr, a vivir y dormir, porque tu vida estaba entrelazada con la mía, porque no hay día que no sonría por tu esencia, por tus caricias?

Recorro las calles en La y pienso que hay detrás de tu vida; es que por momentos me canso de esta perdida.

Asalto los cielos mirándolos a los ojos, rompo globos de colores, presumo, asumo, desmiento, y lloro; y las hojas caen sobre mis hombros, rojas, amarillas y el viento… ese viento que estaba ahí cuando leíamos, cuando cantábamos, cuando dormíamos, me cautiva como siempre y me pide, luego del proceso racional, que baje el arma, que esconda los alfileres y que corra, rápido, lejos, a la realidad, y cuando llego todo es muy cruel y cuando entro a la casa te busco y quiero tocarte en las teclas grises lo que viví y ya no estás acá para demostrarme cuánta pureza le falta a mi alma para ser feliz.

Porque no soy sin tu calor, busco, te busco, nos busco y corro rápido, lo más rápido que puedo y mis rodillas se vencen y si caigo ya no quiero seguir, porque te siento y por momentos, por algunos momentos ya no quiero sentir. Es que me duele que solo te tenga en mi muñeca y que eso no sea tenerte, ni compartirnos, ni acariciarte. Me duele no haber podido. Me duele no haber podido.

Me canso, me canso de estar perdida en este mundo miserable sin tu compañía.


Me pasa que a veces me canso de estar perdida. 

domingo, 3 de agosto de 2014

Escrito (en el) vacío: ¿Quién serás?

Me pregunto quién serás, ahora, o después y hasta quizá cuando yo ya no esté. Me pregunto quién serás cuando camino por una calle, cuando te escribo, sola, una noche de invierno, una mañana de verano, uno de todos esos domingos en que te pienso.

Creo haberte visto algunas veces, quizá, agraciada, más de las que debería; en ojos marrones, celestes, amarillos, en pelos oscuros, en rulos, en patas de algún perro y en alguna lengua mojada. Creo recordar los instantes en los que te vi, paseando, desnudo por la vida, arrasando cual tornado cada atisbo de incertidumbre, de miedo, de soledad, de desesperanza, de un perro con sed en una esquina, de una hoja vacía, de viajes y viajes en trenes mirando atardeceres por la ventanilla.

Creo recordar cada momento en el que te noté mirándome, ahí parado, esperando mi abrazo, mi beso de pastos en una mano, de brazaletes en los pies. Creo recordarte, y no creo poder enumerarte.

Hago un repaso mental de fútiles noches intentando dibujar tu sonrisa, imaginando el día en que seamos uno bajo el sol, y recuerdo que te creaba y no eras más que líneas en mi mente que provocaban la placentera sensación de una caricia. Tus manos y mis manos iban a cambiar con el tiempo, unidas.

Me pregunto quién serás ahora, mientras gasto hojas intentando preguntarte cosas que solo el tiempo me responderá, si sostenés un café, si dormís una siesta… Y me pregunto, también en dónde estás, ¿en dónde encontrar todo el que tengo para obsequiarte? Quizá se prepare un café, quizá duerme una siesta, o quizá solo es este puto manojos de palabras que me surgen en el vacío. Quizá ni vos ni el mío puedan encontrarse jamás… Quizá no puedan encontrarse jamás.

Me pregunto si te preguntás lo mismo ahora, me pregunto en dónde más podré cruzarte, y es que la pureza no puede verse a simple vista ni a compleja, porque no puede verse si se abren los ojos, porque solo los mortales te buscan en la materia, en los cuerpos, en los pelos y en los dedos de los pies; porque solo los mortales te buscan en el más acá.

Creo recordar la última vez que dejé el mío a la deriva, en la semirecta del mercado, (osada, demasiado osada maniobra, que puede romper mi alma en más pedazos de los que pueda juntar con las manos apretadas) y ahí estaba una lágrima, y un lunar, y estábamos nosotros intentando sostener el aire viciado y respirar el entendimiento que escapaba a nuestro alcance. Sí, creo recordar lo que sentí cuando lo arrojé al abismo olvidando desatarlo, olvidando el júbilo de la hipocresía, de esa niñez que una vez tuve, en donde creía.

Me pregunto en donde estás. ¿En dónde estás, Amor?

¿En qué ojos volveré a verte? ¿en cuántos lunares podré perderme?

Amor, decime, ¿en qué manos cálidas te sentiré?.

Decime, ¿en qué cara te transformarás esta vez?

miércoles, 11 de junio de 2014

De noches sin mañana

Ámame en tres cuartos y derroca en un suspiro mi autoridad.
Atraviesa la línea de la moral, del buen juicio y de la locura más elemental
Impregna de perfume barato una caricia y con la sutileza de una rosa
Bésame la mano, bésame la frente,  y hazme perecer por siempre.


Fundime en altares de imponentes despertares
De caricias desorbitadas y cansadas de la espera
Que por una caricia tuya muero y revivo
Que de olvidos y esperas viven los mortales.


Despierta la sonrisa con una mueca sensata,
Arruina el momento más infame con una mirada,
Descarrila mi vida y envuélvela en tenues llamas
Que ya  no podemos hablar de nada.